El gran éxito que durante tantos años ha acaparado la moda italiana hombre está muy ligado a la evolución de la sociedad y la cultura de Europa. Históricamente, Italia ha sido un país marcado por la producción de textiles de exquisita finura, pasando por la lana y el terciopelo, hasta el cuero de más alta calidad. Las sastrerías siempre han sido uno de los negocios recurrentes de las calles italianas. Poco a poco, con el paso de los años, surgieron los talleres de confección y empezó el declive de las sastrerías. En este contexto histórico no podemos olvidar la Segunda Guerra Mundial. Hecho que influyó a que el gobierno utilizara la moda para construir un sentido de nación, promoviendo los textiles y regulando la producción de ropa. Esto sucedió en 1945, y contribuyó a que los precios se redujeran convirtiéndose en los más competitivos del continente. De esta manera se cautivó al público extranjero. Los sastres italianos consiguieron hacerse un hueco entre la clientela extranjera, sobre todo, de Estados Unidos. Por lo tanto, esta industria desempeñó un papel fundamental para la recuperación económica del país tras la II Guerra Mundial.
Aun así, lo que propulsó a Italia como uno de los países más influyentes, fueron los desfiles de moda. Todo empezó cuando en 1951 el conde Giorgini realizó un desfile en su palacio de Florencia para la alta nobleza y personalidades internacionales. En ese instante, la presentación de una colección fue toda una experiencia que además de la ropa, también otorgaba protagonismo al entorno en el que se realizaba.
A partir de ese momento, nació una cultura que envolvería a todo el país en el mundo de los desfiles, las telas y la creatividad. El glamour, la tradicional “sartoria” (sastrería), el lujo, el proceso de producción y confección, serían algunas de las características propias de esta industria de la moda.